viernes, 27 de noviembre de 2020

vida antigua

 

Destiny®. La gente se ríe. Dicen: a lo mejor no existe.
Vuela, sin embargo, sobre el tiempo, viene de donde no (se) puede ser, su palabra es la época.
Actualidad. Y sin embargo ella nos dice que desterremos el día, la salida del sol es un procedimiento
ordinario, las consecuencias, los sucesos
son inabarcables.
 
El pasado es una antorcha. Por aquí la palabra es el negativo del periódico de la mañana, o el periódico
de mañana (sin el número premiado de la lotería). Tan previsible. Las horas
galopan como hordas transiberianas, purasangres (podría ser), levantan un polvo de siglos,
hacen senda, sendos artefactos como líneas de Nazca o círculos de los sembrados:
la verdad está ahí fuera, dentro de una burbuja deportiva.
 
La actualidad es la voz de Olivia Dean entonando ‘The Hardest Part’, un poema
de Hernández, una recomendación publicitaria. Hemos ganado las elecciones. Hemos perdido la cabeza.
Destiny® tiene miedo de ser demasiado perfecta, le asustan la verdad y sus insinuaciones, se mira en el espejo
y sus ojos bailotean inmersos en la tibia atmósfera de los objetos y sus contornos, tanta
belleza muerta.
 
Todo se resume en un verso despreciable. No es el verso de un niño
prodigio. Ni el de un sabio. Hay un vertido, sin embargo, de basura y residuos (una vez al año se abonan
tasas de recogida y tratamiento), una vomitona de pequeños extractos ontológicos,
es decir, seguramente alguien discute una aproximación al significado.
 
A lo mejor el mundo no existe y estamos en el aire como en televisión,
despresurizados, olvidados de las fuerzas enigmáticas, parias antinaturales. El Ángel
nos vapulea desde su posición factual: Destiny® de puntillas atisbando un resquicio de la nada,
pastoreando ríos de materia oscura, invadiendo
conciencias, todo ese electrochoque fabuloso. Y toda esa firmeza
de la vida, ese dolor del yo que no se arruga, esa pena imprecisa
que sucede.


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