miércoles, 4 de noviembre de 2020

gambito de luna

 

Vencer la soledad de un grano de arena, su perfil absoluto,
el extraordinario parecido de una cara de lluvia. Fragilidad sostiene el paisaje, es una nota
continua en el bloc de las adivinanzas, el color que se agita
frente a la ceguera, el tono del vuelo de la mariposa, asimétrico y grave.
 
Surge del espacio, atruena, vertical como la sombra de un pensamiento rebelde,
ajena como el arte. Naturaleza se esfuerza, construye versos con las hojas marchitas
que alargan el terreno, abona un encendido canto entre los árboles, un rito, cierta manera
de fortalecerse.
 
El mar también concede su momento feliz, expresa su tamaño
más allá del horizonte, de la victoria y el ruido. Y las playas rebosan insignificancia,
alojan una multitud de amaneceres, un síncope de pasos
rotos, resisten la acometida del silencio, su feroz
tributo. El océano tiene nombre de calma intermitente,
alma de río y cuerpo de ciudad.
 
Oportuna, la hierba manifiesta su rango,
la comodidad de su estatura. Tenemos un contrato con la hierba,
rubricado ante un manantial de estrellas. Oh, nos admira su frecuencia, su meticulosa
condición de campo, fuente de palidez.
 
Otra forma de correspondencia viene a acelerar el mundo, se apresura
como una profecía, deja un claro rastro de inexactitud, su huella en el futuro. Surca un cielo
redondo –misil y diente de león–, es la canción que necesita la noche para
alocarse. Se dice que la luna cumple todos los presagios, mas carece
de sensibilidad: el poema lo sabe
y, encarnizadamente, la defiende.


Paul Klee

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