jueves, 24 de junio de 2021

cartografía de la soledad

 

Tenemos el espacio justo, nuestro
espacio exiguo en teórica expansión. Ocupamos una celda del panal, un reducto, es nuestra
aristocracia del palacio eterno.
 
La casa se muestra preocupada, está que echa humo, topa con el invierno;
muros de carga y vigas maestras se contienen, ordenan
pedidos telefónicos para la cena. La casa es
un código postal terminado en 02, una escenografía constructiva.
 
En otra región del espacio-tiempo estallan
burbujas industriales, hay una cadena de producción de infinitos que escupe big-bangs extemporáneos,
llena el vacío de posibilidades y estribaciones, mentes
inéditas tan fluctuantes como olas del Pacífico Central.
 
El poema y su intangibilidad, su cualidad: intacto. Sigue
intacto e independiente, nacionalizado, es una fracción del poderío de todos los héroes
de la historia, una mezcla de la belleza de fuentes y nenúfares, jardines
atestados de semejanzas (la síntesis
habitual).
 
En nuestro palacio el mundo se retuerce
comprimido entre cuatro paredes pintadas de silencio. Llevamos esta
cruz de la propiedad y el desarraigo, realojados
en el Arte como míseros hijos de la diáspora, esclavos de la vida y la inocencia.
 
Hollamos esta arena caliente donde caeremos muertos, nuestra plaza reservada
para caernos muertos (donde escribir). La gente nos observa
desde todos los ángulos ―el magnetismo de las criaturas infectadas de fracaso―
en busca del secreto de la soledad.


Claude Monet 


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