domingo, 20 de junio de 2021

emily a la hora de cerrar

 

El tiempo aprieta las manos y los huesos
ceden, una rodilla se quiebra. Sigue la rueda el mundo, la música
se reproduce, los árboles ya gatean sus instintos, las nubes friegan con gotas de lluvia, la tierra
ensucia su currículum.
 
Amanece porque así lo dicta una línea borrosa de universo, un aparatoso
recital cósmico; llegan bifurcaciones
como si no hubiera una raíz, como si el centro fuera la inclemente periferia o el tornado pacífico,
el volcán arrepentido.
 
Hace falta sangre fría, sangre anónima y consciente para escribir un verso
innecesario más (a sangre fría). Para escapar del eco, salir del intelecto de la naturaleza y vocear una renuncia,
escalar el ábside corrupto de la poesía, berrear
como un filósofo cualquiera. Silbar la marsellesa en una tienda
de ultramarinos a punto de cerrar.
 
El tiempo agota músculos y encías, fractura
columpios y tabiques, es un latifundista de primera, solo que un poco torpe. Ay, Emily, qué cruz de aniversario,
qué fábricas aguardan tu talento crecido, cuánta tinta te emborrona las sienes.
 
Nos vemos por el aire
―y en el Arte―, sobre aquella réplica corsaria del pasado, con su casa holandesa y sus vidrieras, su luminosa
frente y sus confines hechos de silencio
y alegría fingida.



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