viernes, 25 de junio de 2021

la lejanía del mundo

 

Qué ajeno extrañamiento. Concertamos objetos positivos, definiciones
inexactas de la permanencia, un cierto
universo inquietante plagado de indagaciones sobre la materia, cortado por el patrón de la sequedad
burbujeante de los átomos. Así en todas direcciones.
 
Hacia el pasado, Emily ordena sus lápices por tamaño
y color. Estira el papel arrugado sin romperlo, reutiliza y recicla los almanaques, las cartas,
filtra la luz que entra por el ventanal y la almacena en el fondo de su corazón
amurallado.
 
Hacia el futuro, Laura se concentra en el esfuerzo
físico y la naturaleza del empeño ―siempre oteando una altura deslumbrante.
 
Sin embargo el poema es ahora, es un programa de televisión
en directo, la palabra malsonante que repugna al oído, promesa de redención
formulada sin aliento. Cae de la pura monotonía de ser, del mismo
regocijo de su actualidad.
 
Tan lejos como se pueda estar en habitaciones contiguas en una ciudad
cualquiera, en el hotel, el barrio, a diez minutos a pie de la casa de alguien, a una hora en autobús; podemos
mover el mundo sin conectarnos al tiempo,
viajar hasta Andrómeda y volver en un instante real.
 
La distancia es un espacio vacío, un tracto imaginario, una resolución. No existe sino la brecha
entre formas de vida ―mente y alma― o entre latidos
que se reconocen.



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