domingo, 27 de junio de 2021

decrecimiento

 

¡Dime una adivinanza! Soñar la vida del revés ―la muerte es el comienzo― y descender
hacia el pasado con uñas y dientes, desentrañar
años de miseria y decepción, mesas puestas,
paseos sin límite.
 
Nuestro poema se escabulle como un roedor (qué desafortunada imagen), preso
en una imagen repugnante y osada, como si anduviese
constipado, conspirado, atiplado y como inerme. Las palabras, sin ángel,
brotan desangeladas, nada voladoras, nacen a ras de suelo ―si no muertas―, organizan
tómbolas benéficas y pierden al rojo todo lo que importa.
 
Karsh Kale suena entre una marabunta de especias y voces surgidas de la divinidad,
expuestas a la corrección y el despropósito (tal vez). Desde que los ángeles nos han abandonado. Hay
un terso resplandor pero a lo lejos, existe una tierra
incógnita pero es la de siempre.
 
Destiny® ha prometido un símbolo irreverente, una bandera egoísta que sirva
para el luto y el significado, que atraviese el verso y lo desangre. Aquí la música crece como la mala
hierba, una montaña de grava fácil de escalar, pero tan árida,
tan irresistible.
 
Gateamos por las estanterías, escarabajos que somos, por culpa
de alguna palabra impronunciable, en busca de algún extracto extrañamente antipoético;
besamos el suelo infame que ha (des)hollado el Arte con sus zapatones de payaso, sus botas altas de general
fascista. Adivinamos el nombre de la rosa entre metales y
púrpura, grabado en el árbol que se han llevado las nubes; ah, este recuerdo
todavía impensable, aire entre las manos, metáfora del fuego que algún día
habrá de contemplarnos.



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