Se
podría decir que estamos muertos.
Dentro
de unos pocos miles de millones de años,
el sol calcinará
nuestro soberbio mundo.
Bien es
cierto que de seguro habremos, para entonces,
diseñado
esbeltas naves capaces de recorrer la galaxia
y
habremos dado con otras tierras felices de albergarnos,
otras
estrellas dispuestas a broncear nuestros cuerpos
y otros
mares que surcar con nuestras indestructibles embarcaciones.
Mas, no
obstante, también llegará el momento en que la gran Vía Láctea
-aun
suponiendo que sobreviva a la inevitable colisión con Andrómeda-
se vea
dispersa en el espacio infinito, la mayoría de sus bolas de fuego
marchitas
y apagadas, sus elegantes, tersos brazos desgajados del tronco,
y su
agujero negro central convertido en un monstruoso sumidero cósmico
girando
sin cesar en el vacío.
Quiere
decirse que si para entonces no hemos desarrollado
una
tecnología apolínea, victoriosa y divina que nos permita viajar
hasta
los confines del universo abandonando nuestra oscura región,
nuestro
cuarto de estar cómodo (y observable),
si para
entonces no hemos alcanzado el estatus puro de la más corrupta deidad,
la
cualificación angélica precisa para explorar el cosmos
y
garantizar nuestra supervivencia eterna,
entonces,
todos
habremos muerto,
más
aún, entonces,
todos
estamos muertos ahora mismo, en este anodino instante
en que
florecen las amapolas y los campos se adornan
con las
galas tardías de la primavera
y
vuelan las semillas impulsadas por un céfiro honrado fertilizando horizontes de
grandeza,
ahora,
cuando el cielo parece inmortal de tan azul, tan claro,
estamos
muertos porque el tiempo es una introducción a la absoluta ignorancia (un
sueño)
y no
tiene un significado real en el lugar en que suceden los acontecimientos,
el
tiempo no existe a nuestro modo falaz para las partículas que chocan y se cruzan,
ni para
las masas de gas que por doquier estallan o se fusionan
en el
inmenso escenario de la matemática global,
de la
lírica plena que encierra la energía.
Si el
hombre no ha nacido para ser eterno es que está muerto
y su
tumba es una mota de polvo, una gota de ácido en el océano,
un
grano de arena en el desierto, el reflejo de un beso lanzado al aire en la luna
nueva
de un espejo de luz.
Poema sin fronteras sobre nuestra inmensa nada. Intenso.
ResponderEliminarUn abrazo
Supongo que la idea está poco desarrollada, apenas un esbozo mal compuesto. La idea es que si no vamos a ser eternos, entonces, da igual el tiempo que permanezcamos en el cosmos como especie porque ya no será un "parámetro" relevante. Como ves la "idea" hace aguas por todas partes, es un desastre de idea, pero es que viene así como de una intuición. Tarde o temprano, tendremos que abandonar la tierra que ahora nos cobija... Dentro de poco, poco en términos cósmicos, je, poseeremos la tecnología precisa para colonizar otros mundos, primero en nuestras inmediaciones y, probablemente, luego dentro de la galaxia y quién sabe si -agujeros de gusano mediante- fuera de ella. En principio, nuestra especie está diseñada para la eternidad..., aunque el fantasma de las extinciones planee sobre la mayor parte de las formas de vida que existen en nuestro planeta. La pregunta sería: ¿tendremos "tiempo" de progresar lo suficiente para encontrar un lugar seguro donde garantizar nuestra supervivencia futura? El tiempo es un bucle en sí mismo. La prehistoria fue ayer, ayer sucedió el big-bang, y mañana el sol se expandirá y engullirá el sistema solar con todos sus pequeños e indefensos planetas. Si el arte no va a sobrevivir es un arte falso, una falsedad; si el hombre no va a sobrevivir..., es que ya está muerto. Hay teorías fantásticas que plantean la posibilidad de que nosotros seamos avatares dentro de una compleja simulación, de un juego que estén jugando unos seres muy avanzados tecnológicamente... Podría darse el caso de que no tuviésemos forma de ser conscientes de ello. La inteligencia artificial está a la vuelta de la esquina, de eso a crear simuladores de mundos con personas (personas con sentimientos, reales) hay un paso, bueno, un paso un poco de siete leguas, pero un paso a fin de cuentas... No sé, todo eso junto da para un poema mejor que este, eso seguro, pero esto es lo que hay, por el momento.
ResponderEliminarGracias por el comentario, Emma, y un fuerte abrazo.