Entonces el poeta cogió
y se hizo un tatuaje...
(bueno, no es que fuera
un poeta argentino,
pero diremos que...).
Entonces el poeta fue y
se hizo un tatuaje en el brazo derecho
casi a la altura del
hombro. Como no sabía que figura elegir
eligió sin motivo alguno
y se tatuó
un Pegaso de la hostia,
un caballo alado con cara de pocos amigos;
nada de mariconadas
poéticas, se acabó el "amor de madre",
los ideogramas que vaya
usted a saber lo que significan,
las formas geométricas
dispares,
un puto caballo de la
hostia para arriba y nunca mejor dicho
que parecía que iba a
salirle volando del brazo derecho,
que parecía despegar
hacia un cielo poblado de unicornios
y aves de rapiña del
tamaño de vacas lecheras.
Casi ni le dolió, solo
un poco en el hombro que ahí pica
la máquina porque toca
hueso o por lo que sea;
tres cuartos de hora, un
suplicio controlado,
cómodo.
Se le había ocurrido que
un tatuaje era como algo poético que hacer,
tan poético como
escribir una oda, mejor dicho, como inventarse
un hatajo de versos sin
medida, discutibles versos,
abominables sin duda. Un
tatuaje tenía
vida interior, algo de
inercia,
tal vez algún principio
de incertidumbre.
Ah, y resultaba tan poco
maternal, tan atractivo y canalla,
tan rupturista de la
imagen del tonto del bote
pegado a su asiento del
café. Otro Ray Lóriga de la órdiga (con perdón),
del copón, vaya que sí.
Tatuado hasta las cejas en plan maorí,
tatuado hasta el
hazmerreír, muy tribal.
Helen vio el tatoo y se
quedó de piedra. Bien, es que era una Helen de piedra
como una estatua inmóvil
y todo y, claro, no veía muy bien. Hasta podría decirse
que es que no estaba por
allí, no pasaba por allí camino
de otra parte. Así que
no soltó sus agudezas tan punzantes
ni puso su pica en Flandes (que no es el vecino de Homer Simpson).
Helen no existía con su
cabellera tan perfecta. El poeta se había resistido
a conocerla pero... las
cosas ocurren sin mayor propósito, acontecen
y pasan. Pasas una
página del periódico y ahí está la foto imponente
de una nueva promesa
editorial, aguda y libre. Así es como sucedió.
Entonces el poeta fue y
se hizo un tatuaje,
un Pegaso de la hostia,
por un motivo u otro...
No hay comentarios:
Publicar un comentario