Tierna
espiral de neumático filo,
cada
una de las ondas que mueven su cabello,
su
cabellera intacta, yelmo cristalino.
Dentro
de un Hada,
Campanilla
de bronce,
perla
entre las perlas de la Diáspora.
Pues
toda su piel finge un color doméstico,
mas
augura la paleta espectral
que
tuvo la osadía de eclipsar la belleza del romanticismo.
¡Ah,
quién fuera poeta para estudiar
la
sombra que consume su aliento
y
padecer
el vértigo que madura en su ausencia!
Si
contra ella conspira
la rosada escuadra
que
corresponde a la más baja dimensión de la tierra,
cuando
el cielo ovaciona el glorioso egoísmo de su voz
tan fértil
como la Primavera súbita de un jardín abandonado.
Oh, más
valiente que Ahab, sola con su arpón
argénteo,
arma de construcción masiva
de
voluntades férreas, altos edificios abiertos.
Espiga
reformada en el núcleo febril de la tormenta,
su pelo
hacia el relámpago incluido en la noche,
coreados
sus labios por el eco de un suspiro divino.
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