Decid, ¿por qué es amarga la noche si no
llega a caer del cielo?,
¿por qué es triste la noche cuando aún no se
ha extinguido el reino de las sombras?
Hoy es la mañana y ella
tiene un resplandor en cada mejilla,
instalado al borde de los labios.
Sus labios colorean un pedazo de acera. Por
la calle tan gris hace falta el calor de una sonrisa.
Hoy es la mañana, pero la noche azulea los
arcos.
Algo acecha, no le quita ojos, quizá un
presentimiento, algo que tiene que ocurrir.
La noche no ha llegado con sus lámparas a
juego. La noche juega al escondite todo el tiempo.
No ha llegado a caer, pero amarga como una
cáscara de limón en la conciencia,
amaga con una creación de sombras, un
crepúsculo respetable. Ah, solo que ella no padece...
No es feliz ahora; dentro de poco el amor
sobornará a los dioses
con un beso de película, terrenal como un
suspiro.
Hay que verla con otros bellos ojos. Su
ceñido cuerpo extático, espíritu a la vez.
Ya existe el anhelo perfecto, la exactitud
del ansia que no varía y puede medirse, aquilatarse en términos
de honor desfigurado o de pereza. Esta
amargura no tiene dueño.
Sus zapatos que son como una equis aquí. Hace
falta un desliz y luego más
cambios, metamorfosis. Hace falta un espacio
muy blanco, luminoso, una escena incontrolable,
el fondo místico que haga daño a la vista: para
su actuación.
Ella actúa, principal y valiente; o parece
tan quieta como si leyera un ejemplar de grandes dimensiones.
Lee un poema largo hasta un final que no se
encuentra.
El poema miente mientras confiesa una verdad
que nadie quiere oír, su crimen afectivo.
Cuando el poema es de amor, ella no está. No
tiene tiempo, no lee nada, no está en casa.
El poema siempre es un pequeño poema de amor.
Nada empalagoso,
ligeramente espeso, un poco amargo si no se
le hace caso. Pero ella no teme al amor en un idioma extraño.
Un castellano que apenas se le entiende. Es
un amor que sale al sol a fumarse un cigarrillo,
un carácter de signo fuerte, rojo, ante el
que puede permanecer impasible como suele.
¡Es una farsa! Líquido acaso, y todo queda al
descubierto. Fluye y da igual lo que se lleve, lo que traslade
no importa. Es un resorte pasajero que hoy
puede pulsarse con desgana.
El capítulo trata de una edad cuando el mundo
era joven.
Y los árboles protegían el cielo.
La casa era un lugar espléndido.
Los niños no se encontraban tan lejos.
Ella se pregunta solo en sueños. Alguien la
visita, es una voz con ética y sin fe, decisivo acorde.
La voz que sigue hablando en un lenguaje
extranjero, ese limbo intraducible,
esta mancha que no se va y se extiende. La
banda está sonando y un nuevo eco se abre paso en la libreta,
una bella palabra que no significa amor pero
guarda idéntica simetría
con la insana dulzura de la frialdad.
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