miércoles, 11 de junio de 2014

aquí


Decid, ¿por qué es amarga la noche si no llega a caer del cielo?,
¿por qué es triste la noche cuando aún no se ha extinguido el reino de las sombras?
Hoy es la mañana y ella
tiene un resplandor en cada mejilla, instalado al borde de los labios.
Sus labios colorean un pedazo de acera. Por la calle tan gris hace falta el calor de una sonrisa.
Hoy es la mañana, pero la noche azulea los arcos.
Algo acecha, no le quita ojos, quizá un presentimiento, algo que tiene que ocurrir.
La noche no ha llegado con sus lámparas a juego. La noche juega al escondite todo el tiempo.
No ha llegado a caer, pero amarga como una cáscara de limón en la conciencia,
amaga con una creación de sombras, un crepúsculo respetable. Ah, solo que ella no padece...
No es feliz ahora; dentro de poco el amor sobornará a los dioses
con un beso de película, terrenal como un suspiro.

Hay que verla con otros bellos ojos. Su ceñido cuerpo extático, espíritu a la vez.
Ya existe el anhelo perfecto, la exactitud del ansia que no varía y puede medirse, aquilatarse en términos
de honor desfigurado o de pereza. Esta amargura no tiene dueño.

Sus zapatos que son como una equis aquí. Hace falta un desliz y luego más
cambios, metamorfosis. Hace falta un espacio muy blanco, luminoso, una escena incontrolable,
el fondo místico que haga daño a la vista: para su actuación.
Ella actúa, principal y valiente; o parece tan quieta como si leyera un ejemplar de grandes dimensiones.
Lee un poema largo hasta un final que no se encuentra.
El poema miente mientras confiesa una verdad que nadie quiere oír, su crimen afectivo.

Cuando el poema es de amor, ella no está. No tiene tiempo, no lee nada, no está en casa.
El poema siempre es un pequeño poema de amor. Nada empalagoso,
ligeramente espeso, un poco amargo si no se le hace caso. Pero ella no teme al amor en un idioma extraño.
Un castellano que apenas se le entiende. Es un amor que sale al sol a fumarse un cigarrillo,
un carácter de signo fuerte, rojo, ante el que puede permanecer impasible como suele.
¡Es una farsa! Líquido acaso, y todo queda al descubierto. Fluye y da igual lo que se lleve, lo que traslade
no importa. Es un resorte pasajero que hoy puede pulsarse con desgana.

El capítulo trata de una edad cuando el mundo era joven.
Y los árboles protegían el cielo.
La casa era un lugar espléndido.
Los niños no se encontraban tan lejos.

Ella se pregunta solo en sueños. Alguien la visita, es una voz con ética y sin fe, decisivo acorde.
La voz que sigue hablando en un lenguaje extranjero, ese limbo intraducible,
esta mancha que no se va y se extiende. La banda está sonando y un nuevo eco se abre paso en la libreta,
una bella palabra que no significa amor pero guarda idéntica simetría
con la insana dulzura de la frialdad.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores