No es
lo que es, no todavía. Es lo que no se nombra, no se dice
(no se
ve).
Es esto
o es aquello, es otra cosa. Pudiera ser que fuera, pero no.
Quizás,
tal vez un círculo, tan nítido,
el
núcleo giratorio incandescente.
Un
diluvio de fármacos no es. No puede ser que sea y sin embargo
no es
tampoco una sombra,
ni un
hipódromo.
No es
una sábana santa con el rostro impreso de Rosario Dawson.
No. Que
no es una flor al uso, ni siquiera con las piernas quilométricas,
zapatos
de taCón
es el amor minúsculo
sin músculo
una estufa encendida
una fruta madura
(es un tronco cortado
medio vivo
es
un árbol del pan
el ave
del paraíso)
Dicen
que es otra cosa y es más fácil.
Que,
buscándolo, alguien no lo halló.
Y
algunos saben que ella lo tenía guardado en su cajita: no lo enseñó.
El amor
paseaba de la mano
del
fuego (odio); como hermanos de sangre, se tragaron el muro del espacio.
Aquel
día, el amor le dio una rosa
a la
chica más tímida
-se
rozó la clausura del entorno-
fueron millares los ojos
a la fuerza
tan familiares en el
espejo roto
escépticos del todo no
lo eran
creían en un trozo del
jardín donde crecían puntos suspensivos
No es
una macarena con el rostro divino de Rosario.
Apenas
hace cosas imposibles,
como
desaparecer
o del estilo
de llevar universos en
el pelo
No
tiene ropa sucia que colgar en el porche
ni se
pone una máscara. Baila, pero agarrado, agarrándose al baile fiero.
O
cuando sale en las fotos, pretendidamente ausente.
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