Estás como especial en tu vestido,
lleno de gracia el femenino corte;
caderas, hombros, brazos, piernas: porte
continental de puro contenido.
Recorres con un sísmico latido
de norte a sur mi piel, de norte a norte
mi corazón glacial, mi fino aporte
a la cartografía del sentido.
Recoges en el aire la estatura
y la amplitud de miras en el suelo.
Simplemente te mueves, elegante.
Estás como flotando en tu cintura,
llena de flores de la boca al cielo
y de estrellas del cielo en adelante.
---
Tengo
un arte menor para el deseo
y un
pulso alejandrino para el vicio.
Para
las tentaciones, soy fenicio
y,
para las traiciones, fariseo.
Me
creo la mitad de lo que veo
y
obtengo, por incrédulo, el indicio;
ciego
a media jornada, noble oficio,
la
otra media, poeta sin empleo.
Avanza
el Sol blandiendo su amenaza,
su
determinación de darme caza
con luminosidad
y alevosía.
Y yo,
que tengo un arte para el llanto,
apenas
tomo impulso lloro tanto
que
vuelvo por la sombra que solía.
---
Cárdena
surge desde el sol la llama,
en
resplandor, a competir contigo,
rápida
emana de tu cuerpo abrigo
el
alma pura que su ardor reclama.
La
luz primera que el ambiente inflama
es
la que porta tu rival consigo,
mas
pronto alcanza a recibir castigo
por
atreverse a soslayar tu fama.
Apenas
rasga la quietud del cielo,
cuando
es cegada por tu limpio brillo
que
el desafío con presteza admite.
Pues
no hay estrella que te rete a duelo
que
no sucumba a tu radiar sencillo
ni dios eterno a quien tu gloria irrite.
---
No tengo una casita para el llanto
pero tengo arrabales de miseria
donde se pone histérica mi histeria
y se declara en quiebra mi quebranto.
Cerrada tu ciudad a cal y canto,
el resto es horizonte, periferia,
espíritu arrojado a la materia,
el resto es un enorme camposanto.
El soplo fabuloso del destino
se la llevó a empujones hacia arriba
y me dio por llorar bajo la luna.
Cerrada tu ciudad, me la imagino
con sus casitas blancas de cal viva,
la mía más bonita que ninguna.
---
Diera el reflejo de mi
desconsuelo
en someterse a tu feroz
consulta,
dieran tus ojos con mi
sombra oculta
entre las sombras del
oscuro cielo.
Diera tu paso resonancia
al suelo
que misericordioso me
sepulta
y diérale esa voz que me
resulta
tan familiar como tu voz
de hielo.
Dieran consejo de
perseverancia
tus ojos al consorcio de
la tierra
que supervisa mi
descanso eterno
y diéranle al silencio
la importancia
que se merece por la voz
que encierra
y por la que libera del
infierno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario