viernes, 12 de abril de 2013

lazos en el pelo


Frente al desánimo, surgió un pensamiento azul
que guardaba notable semejanza con la blancura del aire suspendido;

desamparado, parecía un océano volante
con sus olas de papel transitando senderos azarosos,
un fantasma sin espíritu vestido para esperar el verbo.

La palabra rayó en su transparencia acortando los plazos del olvido,
qué susurro rampante y libertario salió al encuentro
del mar que hacía viento en su figura.

Fue romántico, pero inasible. Sucedió, pero solamente a ratos,
que pensaron lo mismo algunas mentes sigilosas y trastabillaron
los ojos en la misma piedra, como ráfagas glaucas o brillantes
en brazos minerales. ¡Oh!, y fue romántico el movimiento libre del cuerpo,
de los cuerpos celestes resbalando en la hiel de su tersura.

Debió ser una sábana tendida al sol lo que redujo
el intercambio de matices, tan crudo era su reflejo. Cuando llegaron los pájaros
a su hora de cenar, el flujo de lo que piensan los árboles (de las personas) cesó.
Anochecía y todo era un inmenso dial, un aspaviento algo ridículo
que sonaba a la bruta sirena de la factoría. La golondrina
aterrizaba con la debida gracia sobre un colchón de plumas
y un arte religioso invadía el terreno.

Nada cabía en sí de gozo, nadie sabía la respuesta,
apenas el bosquejo de una idea bastante ingenua limitaba con la realidad
del instante. También, acudió a la fiesta un serafín grotesco
en representación de los seres invisibles, que no existían lo suficiente.

Frente a la desolación, acaeció el milagro, y la chica preciosa se puso de puntillas
para íntimo jolgorio de la gente, fingió lazos en el pelo
y, por último, silbó su melodía preferida. 

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