Cada poema es una especie de oración
(Robert Walser)
Bienaventurados
los ricos porque ellos heredarán más tierra,
nuestra
tierra toda que paseamos y queremos,
donde
hemos plantado nuestras semillas e ilusiones de barro,
la
tierra en la que descansan muertos nuestros abuelos;
porque toda
la tierra será suya, según las escrituras.
Bienaventurados
los brutos porque la violencia es su naturaleza,
porque
ven en la cultura del pueblo un enemigo irreconciliable,
en los
libros, una contradicción,
porque cultivan
un
ansia de sangre que será imprescindible para salvar los templos
del
rencor y la inquina de las masas hipotéticas.
Bienaventurados
los reyes porque suyos son el mundo
y los
planetas, el sol y los pequeños satélites consagrados al amor,
los
veloces cometas e incluso un porcentaje regular
de
aquellos asteroides que amenazan
con
publicar sus célebres noticias de impacto.
Bienaventurados
los avariciosos porque su ruindad es la máquina
que
mueve los engranajes de la historia, su codicia
es el
combustible más demandado por la industria emergente,
su
mezquindad homicida es el material del que están hechos los sueños
húmedos
de los irascibles mercados.
Bienaventurados,
en fin, los que odian y aborrecen al hombre,
los que
tanto abominan de su propia inocencia como de su humanidad,
porque
suyo es el triunfo, suya la gloria bestial en la batalla eterna
que sostienen
los dioses contra el paraíso.
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