Aquí. Sobre el perfil de un cadáver, sobre el cadáver
limpio de una flor.
Tanto que no hay ciudad, el piso, el escenario. Una mota
de polvo, un ciclón de estiércol.
Vida de tanto amor. La vida entra en escena en medio del paisaje
universal. El universo
estático se amplía en el confín. No es estático, corre,
vuela autosuficiente. Se expande porque mira hacia dentro.
Siempre mirándose el corazón. El cosmos.
Hay una flor en el cosmos que sonríe. Carruaje de
metáforas. Metafóricamente.
Está el camello parado en la avenida. Metafóricamente. La
gente cada vez fuma más en otros sitios.
Aquí, sobre el perfil, la ceniza es sangre o sombra. Es
atroz el sufrimiento de la gente que, sin embargo,
se empeña en continuar el trance. Considerando: que el
amor es una pretensión
oblicua. Considerando: que el amor (no) está de moda en
este siglo. Cualquier mensaje cala, es importante.
Es cuestión de tiempo que las novelas se hagan realidad y
las películas sean superadas por la monstruosidad.
Los monstruos están a un experimento de hacerse tan
reales como un expediente
de regulación de empleo. De hecho, hay buenos gestores que gestionan la moralidad
como verdaderos engendros: ganan elecciones.
Entre las aberraciones posibles, noticia para la
esperanza: caerá la iglesia; ya se tambalea.
Los descubrimientos serán sensibles, tremendos. Habrás
cura para algunas enfermedades prodigiosas,
pero los hombres morirán igualmente. Aún así, poseemos un
conocimiento inofensivo de las estrellas
y sus cambios de humor. Somos campo de meteoritos, la
batalla comenzó.
Ahora hay una flor sobre el cadáver, nada más natural. Veamos
cómo ella muerde el polvo
metafóricamente. Ella entona una melodía y es como si
hubiese perdido la razón. La miran. La señalan.
Llega la policía que le aplica una técnica de
neutralización y aprendizaje social. Casi le parten el cuello.
Una vez libre, después de prestar declaración ante un
sencillo juez electrónico. Ya está fumando. Pero por allá.
Besar no es oportuno. Los labios deben moderar su ansia
de silbarse. Odiar la voz.
Esa boca es peligrosa y única. Esa lengua se habla
demasiado. ¿Ven? Pues la flor no transmite, no emite
sonido alguno, no da pie. Es inocente la rosa (es). La
rosa crece sobre los muertos,
sobre la creación (por si no lo sabían).
La muchacha lleva la voz cantante en su floración,
florece como un chillido. Prospecciones, pesquisas,
exámenes finales del subsuelo, un procedimiento
underground
para sacar a flote la iniquidad. Los crímenes se
cometieron tiempo ha, porque es mejor matar de un golpe
y luego hacerse el santo, si no el mártir. La celebrada idea
de suprimir los cementerios;
las ciudades reverdecieron a base de jardines interfectos,
plantas de raíz carnívora,
íntimos laboratorios.
A lo nuestro: destacar la metáfora más cruda, la figura
más dec(ad)ente. El traficante en paro,
sin material escolar, el soldado a verlas venir (las
balas), el fontanero en su ferrari, son imágenes antiguas.
Tomemos el fenómeno reciente de la soledad, el
reincidente y estrafalario evento de estar a solas
(se supone) con el pensamiento.
Lo ideal es tener la mente en blanco y dejar
que la música frecuente este solar abandonado, el
camposanto de la mente en público, que las rimas
construyan su franquicia en ese territorio. Que las rosas
sostengan su progreso. Ella así lo hace,
no se contiene y se-eleva, ruge, rompe su silueta en dos
pedazos, forma y símbolo. La representación
de un mito -tropo definitivo- es inducir presión al suelo
y esperar un milagro. Y esperarla.
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