Se
ha comido la lengua el gato.
Hambre,
no hay. Los días se reproducen como larvas e infectan la historia de
continuidad.
Cuando
no se tiene nada que hacer, el tiempo crea universos de bolsillo a toda
máquina;
el
infinito es incompatible con la felicidad.
La
perlas ruedan por la página en blanco, no son letras al uso
ni
es tan buena la letra que las guarda, su belleza se traslada y penetra la luz,
su
belleza busca un corazón ensombrecido.
Quien
no ande detrás de la chica milagro debe estar loco. Ella converge y disgrega,
desencaja.
Pueden hacerle un ingreso en su cuenta como otro impuesto sanitario más.
No
lo poetizará, no lo rentabilizará. Hará la compra.
Dejémonos
de estrellas.
Las
estrellas caminan con un haz de leña que pesa demasiado,
cantan
solo a media voz. Ah, pero su hermosura es al final un fin en sí misma,
está
de acuerdo consigo y se pronuncia, no desmerece la quimera.
Muchas
manzanas atrás el aire se ha visto envuelto en una situación delicada.
El
altavoz confunde las distancias y encuentra una vía de expresión
que
no sirve de nada. ¡Música va! La soledad es un lujo que únicamente los muertos
pueden permitirse.
Campos
de amapolas, hombres laboriosos. La Luna en el centro, impartiendo justicia.
Alguien
que salga a las ocho de trabajar con el semblante demacrado,
el
cuerpo absorto en su propio agotamiento, la mente despejada como una plaza a
las tres
de
la mañana.
En
la brevedad está el gusto, hay que morirse a ratos, escribir deprisa
y no
tener piedad con las palabras que dignamente acarician la gloria.
Lorraine Glover, wife of famous hard bop trumpet player Donald Byrd (by William Claxton). |
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