Es la
chica especial que tiene una guitarra
blanca
como la luna llena,
como el
blanco cautivo de sus dientes, como el blanco templado de sus ojos.
Ella es
la garza de azulada pluma.
Sus
manos libran dedos ágiles, delgados, su rostro guarda
el tono
infinito de la misericordia.
Tiene
una voz arriba y por encima
de la
tranquilidad que anula el espontáneo giro de sus labios,
donde
la música libre cruza el radio de su círculo de confianza
(un
intenso caudal de simpatía gobierna sus trámites más dulces,
las
inevitables experiencias que precisan talento y precaución).
Se mira
en el espejo y acaso ve pasar una paloma, una mariposa blanca;
es mirarse en el espejo y recibir un
beso terminante
detrás de otro furtivo, besos que
alimentan la frente luminosa,
las mejillas alegres, los pómulos frutales,
la garganta,
besos que defienden ciegamente la
fortaleza de la sangre.
Ella
que borda su cadera blanda, que tiene una piel suave
y un
cabello de espuma,
curvo estandarte
de su belleza lírica,
es la
dueña del ángel que acuna su inocencia.
Es un
arte de magia, la clase de hermosura que remite a los altares,
vuelo que alcanza el cenit,
cielo sobre dorados cúmulos,
paraíso en la sombra.
Todo el
oro del mundo por trenzar su misterio,
toda la
sed del mundo por la flor impaciente de su boca,
toda la
soledad por una mano suya a la hora de conciliar el sueño.
Muy bello. Qué bien miras
ResponderEliminarGracias, Emma. Precisamente tenía alguna duda acerca de la sonoridad y calidad de este poema. Temía haberme repetido demasiado, en relación con algunos anteriores... Y tampoco estaba totalmente seguro del ritmo, que parecía fallar en ocasiones... Así que, si a ti te ha parecido "muy bello", pues me doy por satisfecho, vaya que me quitas un peso de encima :)
ResponderEliminarUn abrazo y gracias por pasar.