Hay que
hacer pan con una mano negra.
Hay que
hacer pan con una rosa temprana.
Hay que
hacer pan con una rosa.
Hay que
hacer pan.
Hay que
hacer.
Hay
mucho que hacer con una mano negra:
enunciar
vísceras,
proferir
espasmos,
dinamizar
enfermos,
esparcir
los pasos,
rodear
autopistas,
ponerle
audífonos al cielo,
tranquilizarse.
Subir a
la montaña es una cosa que hacer pero en un lapso concreto,
en un
charco de tiempo, en una balsa literal de tiempo que...
ha
pasado ya.
Habrá
que comportarse. Hacer las cosas a su tiempo, sin tardanza,
en un
charco de tiempo tan delgado, tan poco profundo.
Habrá
que desistir,
desordenar
un labio,
trepanar
canales,
inutilizar
conventos,
reordenar
la forma de los labios,
trocearse.
El día
ya no está, se desvanece su colección de letras y sucesos,
se mofa
de alguien
que no
tiene ningún poder: de un dios. Se ríe de los ángeles
que
vuelan bajo con su vuelo rasante para vernos reír y para vernos sudar
en el
trabajo, y para vernos.
Los
ángeles hacen sus deberes, han hecho sus deberes, a saber:
capitalizar
los gastos del demonio,
insistir
en su frente (panorámica)
realizar
autopsias,
retenerse,
polemizar
con Baco.
Habrá
que hacer el pan. Hay que amasarlo
con una
mano negra, es el pan ácimo
que
saben cocinarse los extraños con hambre y sal
cuando
no tienen nada mejor que hacer, nada como:
orientarse,
beberse
un rato,
inundar
las proporciones,
terminar
de prolongarse,
convertir
el pan en tierra firme.
Los que
tienen problemas y trabajo tienen que hacer su trabajo;
el plan
de obra tiene que afianzarse en su charquito
de
tiempo, en un momento, al instante, morrocotudamente,
a la
voz, ¡al abordaje! Es como alguna necesidad,
la
no-necesidad de no hacer nada, el inventario, la tarea,
lo
pendiente de un órgano, lo más celeste, lo penúltimo.
Lo dice el altavoz.
Vamos a
hacer lo que hemos aprendido,
hemos
aprendido a subir la montaña con dolor,
a subir
la montaña,
a
subir,
a
compartir las sobras,
a pasar
tanto frío,
a pasar
frío pero solos,
a pasar
mucho frío con varios familiares (y un oso),
a
protegernos del estorbo,
a sonreír
a los ángeles una sola vez.
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