miércoles, 24 de julio de 2013

lo que hay que hacer


Hay que hacer pan con una mano negra.
Hay que hacer pan con una rosa temprana.
Hay que hacer pan con una rosa.
Hay que hacer pan.
Hay que hacer.

Hay mucho que hacer con una mano negra:
enunciar vísceras,
proferir espasmos,
dinamizar enfermos,
esparcir los pasos,
rodear autopistas,
ponerle audífonos al cielo,
tranquilizarse.

Subir a la montaña es una cosa que hacer pero en un lapso concreto,
en un charco de tiempo, en una balsa literal de tiempo que...
ha pasado ya.

Habrá que comportarse. Hacer las cosas a su tiempo, sin tardanza,
en un charco de tiempo tan delgado, tan poco profundo.
Habrá que desistir,
desordenar un labio,
trepanar canales,
inutilizar conventos,
reordenar la forma de los labios,
trocearse.

El día ya no está, se desvanece su colección de letras y sucesos,
se mofa de alguien
que no tiene ningún poder: de un dios. Se ríe de los ángeles
que vuelan bajo con su vuelo rasante para vernos reír y para vernos sudar
en el trabajo, y para vernos.

Los ángeles hacen sus deberes, han hecho sus deberes, a saber:
capitalizar los gastos del demonio,
insistir en su frente (panorámica)
realizar autopsias,
retenerse,
polemizar con Baco.

Habrá que hacer el pan. Hay que amasarlo
con una mano negra, es el pan ácimo
que saben cocinarse los extraños con hambre y sal
cuando no tienen nada mejor que hacer, nada como:
orientarse,
beberse un rato,
inundar las proporciones,
terminar de prolongarse,
convertir el pan en tierra firme.

Los que tienen problemas y trabajo tienen que hacer su trabajo;
el plan de obra tiene que afianzarse en su charquito
de tiempo, en un momento, al instante, morrocotudamente,
a la voz, ¡al abordaje! Es como alguna necesidad,
la no-necesidad de no hacer nada, el inventario, la tarea,
lo pendiente de un órgano, lo más celeste, lo penúltimo.

            Lo dice el altavoz.

Vamos a hacer lo que hemos aprendido,
hemos aprendido a subir la montaña con dolor,
a subir la montaña,
a subir,
a compartir las sobras,
a pasar tanto frío,
a pasar frío pero solos,
a pasar mucho frío con varios familiares (y un oso),
a protegernos del estorbo,
a sonreír a los ángeles una sola vez.

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