Luz cenital de ingrávido fraseo,
de timbre celestial y ritmo alado,
edifica en mi verso el Coliseo
que nunca en otros has edificado.
Regreso a la niñez y deletreo
tu espectro mineral, color y grado,
álgebra que me da cuanto poseo,
física que me das en puro estado.
Me desplazo hacia el rojo de tu boca,
materia edificante, viva llama,
con un espejo líquido en la frente.
Y se eleva conmigo tanta roca,
tanto suelo a tu cielo se encarama
que constituye un nuevo continente
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