A tu vientre fructífero me ciño
-tu dulce corazón pasó de largo-
con las manos perdidas de cariño
y el aire del que vuelve a su letargo.
Soñé con ser tu amante y soy tu niño,
el niño del que nunca te haces cargo,
el que juega con fuego y, si le riño,
hace de tripas corazón amargo.
A tu matriz caliente, a tu cintura,
a tus blancas caderas maternales,
así de infatigable me sujeto
con uñas y con dientes, mano dura,
corazón de león, fieros modales
y el aire del que guarda tu secreto.
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