domingo, 9 de mayo de 2010

la herida

Mire por donde mire, ¡qué turbio el panorama!,
desolador, al límite de la humana tragedia,
Hamlet, Macbeth y Otelo, dilapidando fama,
Don Juan, en los infiernos, ganando fama y media.

Vaya por donde vaya, la misma incertidumbre,
el mismo interrogante e idéntica respuesta,
Sísifo que me siento soñando con la cumbre
mientras me descoyunto rodando por la cuesta.

Al norte me rechazan los sólidos glaciares,
al sur me dan la espalda las dunas del desierto,
me ignoran, al oeste, océanos y mares
y no veo hacia el este ningún edén abierto.

Se dispara el anhelo en pervertidas salvas,
el propósito anuncia un sea como fuere
y el artístico impulso comienza a crear malvas
por oscuros rincones de su invención, se muere.

¡Oh arcángeles inmunes al paso de las eras!,
seres de inmensurables y bíblicas edades,
mostradme con algunas palabras verdaderas
el efectivo alcance de vuestras soledades.

Mínimos epitafios vengan a esclarecerme,
que no habré de negarles autoridad futura.
Eleven una lápida sobre mi cuerpo inerme
por la que se deslice su letra prematura.

Fragua de perdiciones, forja de lo que siento,
bélica maquinaria de incombustible arenga,
voz que viene de lejos, voz que difunde aliento,
a la que me consagro, venga de donde venga.

¿Qué vínculo imprudente a tu caudal me une,
que me lacera al punto de costarme la vida?,
¡oh, torrencial Parnaso!, ¿ha de quedar impune
la eterna dentellada que aplicas a mi herida?

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