Más surcos han de abrirse en las cunetas
de algunas carreteras condenadas,
surcos de incertidumbre y de nostalgia,
pozos de sangre verificadora.
¿No quedan palas? ¡Valgan estas manos!,
que vayan estas manos por delante,
desentrañando, revelando esencias,
cerrando grietas de melancolía.
Son todos los que están, no falta nadie,
ni siquiera se ausentan los ausentes
que han perdido su sitio en la memoria.
Más surcos han de abrirse en los caminos
y entre los matorrales de los montes:
hasta salir a la mitad del cielo.
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